Con mucha preocupación vengo siendo testigo de la regular, casi mala educación que existe entre los profesionales en Colombia, fruto del “libre desarrollo de nuestra personalidad”, porque ya no se puede educar a un niño o a un joven para que lea un libro, para que mientras lo lee también lo comprenda y pueda dar un análisis de lo leído, y de esa manera tenga herramientas para enriquecer su vocabulario, enriquecer su forma de expresarse y al tiempo tenga conocimiento mediante la lectura, de la historia desde diferentes puntos de vista, de la literatura, etc., y de esa manera incrementar el uso del intelecto y llegar a ser un gran profesional, un comerciante exitoso, un buen empresario o lo que quiera ser, pero buscando la excelencia.
Las consecuencias quedan en evidencia cuando cogemos una ley o un decreto redactado por un juez, un senador, un congresista, documento que debió ser corregida en su forma y sentido y posteriormente ser releída por el alto funcionario, sin embargo encontramos errores de ortografía y sobre todo en redacción y nada que decir en momentos en que se expresan de manera verbal, y el efecto que deja en el momento de enfrentar a un posible cliente para ofrecer nuestros servicios profesionales o a un cliente y generar credibilidad o la suficiente autoridad que es necesaria para asesorar a alguien.
Esta situación se ha venido generando desde cuando la educación dejó de ser una disciplina, desde cuando un profesor o los padres no pueden exigir logros a sus hijos, reflejado en la universidad en donde el estudiante no trae ese chip de la disciplina, de exigirse cada día más, de entender que una profesión no es solo un título, que detrás de un título hay una persona que debe adquirir unas características especiales en su conducta, en su proceder, en sus modales, en la manera de expresarse tanto verbalmente, como de manera corporal, en el poder sostener una conversación de diferentes temas, ya sea de la profesión, de la cultura, historia, literatura, pintura, música, etc., tanto nacional como mundial, hechos estos que van a enaltecer nuestra personalidad y engrandecer nuestro espíritu dándonos mayor seguridad en nuestros actos, en nuestra toma de decisiones, en saber en qué momento debo consultar a un colega o investigar.
Lo importante es que no es tarde para rehacer nuestra imagen profesional, hay que tener en cuenta cuatro cosas muy importantes: VOLUNTAD, DISCIPLINA, CONSTANCIA Y LOGRARLO. La VOLUNTAD de quererlo hacer con toda la fe, no con la intención de “intentarlo” o de “hacerlo por ver qué pasa”, la DISCIPLINA proyectando, programando, planeando, visualizando y sobre todo de hacerlo con dedicación respetando lo que planeo, proyecto y programo, con la CONSTANCIA que se requiere para lograr nuestros objetivos siguiendo al pie de la letra día a día lo planeado, lo proyectado, lo programado hasta convertirlo en algo inherente a nosotros, un hábito, una costumbre, en algo normal y por último LOGRARLO, es decir estar seguro que lo voy a lograr tal y como lo planeé, lo programé, lo proyecté y estar consciente del logro.
Para comenzar debemos, dentro de lo que vamos a planear, proyectar, programar tener en cuenta que lo primero es conocernos sinceramente y saber cuales son nuestros defectos, cuáles nuestras cualidades, canalizar y/o modificar los primeros y potencializar los segundos, iniciarnos en la lectura de libros de diferentes temas, investigar más lo pertinente a nuestra profesión, escucharnos hablar, ver cómo nos movemos para expresarnos, etc., y todo eso se logra cuando somos sinceros, honestos y leales con nosotros mismos. Sentido Común.

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